Page 12 - "Əvvəl dəniz vardı"
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Diez poemas colombianos
país y nuestras preocupaciones: el ori-gen, el amor, la
noche, la vida, la naturaleza, la violencia o la palabra,
con diversos tonos donde lo elegíaco y la voz del
deseo se entrecruzan con vigor.
Mucho antes de que los españoles llegaran a
América, las etnias indígenas habían nombrado y
reinventado nuestro territorio, como ve-mos en el
sugestivo poema de la creación de los koguis, donde
el mito y el dominio de la comunidad les dan vida a
estos versos que están en el origen de nuestra conciencia,
en un lenguaje hoy por desgracia lejano pero no ex-
tinguido.
En la Colonia, sor Francisca Josefa del Castillo y
Guevara se su-merge en el amor místico, vínculo de
la unión transformante donde amante y amado disuelven
sus límites y se entregan al poder de un delirio que es
consuelo en las palabras y también realidad inefable
más allá de sus fronteras.
Rafael Pombo, nuestro gran vate romántico, creó
una poesía en la que conviven las grandes preguntas
existenciales, el alivio ofrecido por las sugerencias
del mundo infantil y un universo donde los hallazgos
del arte se convierten en un bálsamo que intenta re-
sponder a nuestra angustia. “¡Feliz el que consulta /
oráculos más altos que su duelo!”, nos dice de manera
inolvidable.
José Asunción Silva, quien abrió la poesía colom-
biana a la moder-nidad y fue capaz del lirismo más
puro y la ironía más acerba, escribió un poema que ya
es un monumento en la lengua española: el “Noctur-
no”, en el que conviven lo imaginado y lo vivido, el
sueño de la muerte y el deseo de la inmortalidad, la
música y los colores; halago para los sentidos que
permanecen en el lector de una forma sugestiva y po-
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país y nuestras preocupaciones: el ori-gen, el amor, la
noche, la vida, la naturaleza, la violencia o la palabra,
con diversos tonos donde lo elegíaco y la voz del
deseo se entrecruzan con vigor.
Mucho antes de que los españoles llegaran a
América, las etnias indígenas habían nombrado y
reinventado nuestro territorio, como ve-mos en el
sugestivo poema de la creación de los koguis, donde
el mito y el dominio de la comunidad les dan vida a
estos versos que están en el origen de nuestra conciencia,
en un lenguaje hoy por desgracia lejano pero no ex-
tinguido.
En la Colonia, sor Francisca Josefa del Castillo y
Guevara se su-merge en el amor místico, vínculo de
la unión transformante donde amante y amado disuelven
sus límites y se entregan al poder de un delirio que es
consuelo en las palabras y también realidad inefable
más allá de sus fronteras.
Rafael Pombo, nuestro gran vate romántico, creó
una poesía en la que conviven las grandes preguntas
existenciales, el alivio ofrecido por las sugerencias
del mundo infantil y un universo donde los hallazgos
del arte se convierten en un bálsamo que intenta re-
sponder a nuestra angustia. “¡Feliz el que consulta /
oráculos más altos que su duelo!”, nos dice de manera
inolvidable.
José Asunción Silva, quien abrió la poesía colom-
biana a la moder-nidad y fue capaz del lirismo más
puro y la ironía más acerba, escribió un poema que ya
es un monumento en la lengua española: el “Noctur-
no”, en el que conviven lo imaginado y lo vivido, el
sueño de la muerte y el deseo de la inmortalidad, la
música y los colores; halago para los sentidos que
permanecen en el lector de una forma sugestiva y po-
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