Page 14 - "Əvvəl dəniz vardı"
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Diez poemas colombianos
tencian el sistema poético del modernismo iniciado
por Rubén Darío.
Porfirio Barba Jacob, el viajero, el heterodoxo, el
incansable, des-cubrió en las voltarias honduras del
ánimo humano un universo de relaciones y transfor-
maciones que dan cuenta de nuestra naturaleza proteica,
y en un desgarrado canto nos habló de alegrías y
tristezas que nos hacen ser veleta al viento, caña que
ondula, pararrayos de un ánimo juguetón o lóbrego
que nos define de manera magistral.
La poesía de León de Greiff, un torrente person-
alísimo en el que la inteligencia, los juegos verbales y
el entusiasmo creador producen un tono único en
nuestra tradición poética, nos lleva a descubrir las
posibilidades de una expresión original y llena de
guiños para un lector ávido de percepciones inéditas.
Aurelio Arturo le da vida al verde de todos los
colores del Sur de Colombia. La magia en sus poemas
nace de una contemplación honda y paciente de la re-
alidad. Al penetrar con amor en el mundo de su
infancia, sabe devolvernos la capacidad que tienen
las palabras para ser imanes de belleza, hondas grutas
de las que el poeta toma pocos elementos, pero deci-
sivos; al haberse detenido mucho tiempo en ellos, nos
los regresa depurados, intensificados, en esa peculiar
actitud devota e íntima que marca su labor.
En “Llanura de Tuluá” de Fernando Charry Lara
encontramos varias de las virtudes que su poesía de-
fiende: pureza significante, ele-gancia rítmica y factura
refinada del verso, puestas al servicio de la denuncia
de la violencia que ha marcado la historia de nuestro
país, signadas por un poder expresivo que, asordinado,
nos ofrece una ver-dad de naturaleza sutil y propia.
piísimos terminar la selección con dos poetas de
14
tencian el sistema poético del modernismo iniciado
por Rubén Darío.
Porfirio Barba Jacob, el viajero, el heterodoxo, el
incansable, des-cubrió en las voltarias honduras del
ánimo humano un universo de relaciones y transfor-
maciones que dan cuenta de nuestra naturaleza proteica,
y en un desgarrado canto nos habló de alegrías y
tristezas que nos hacen ser veleta al viento, caña que
ondula, pararrayos de un ánimo juguetón o lóbrego
que nos define de manera magistral.
La poesía de León de Greiff, un torrente person-
alísimo en el que la inteligencia, los juegos verbales y
el entusiasmo creador producen un tono único en
nuestra tradición poética, nos lleva a descubrir las
posibilidades de una expresión original y llena de
guiños para un lector ávido de percepciones inéditas.
Aurelio Arturo le da vida al verde de todos los
colores del Sur de Colombia. La magia en sus poemas
nace de una contemplación honda y paciente de la re-
alidad. Al penetrar con amor en el mundo de su
infancia, sabe devolvernos la capacidad que tienen
las palabras para ser imanes de belleza, hondas grutas
de las que el poeta toma pocos elementos, pero deci-
sivos; al haberse detenido mucho tiempo en ellos, nos
los regresa depurados, intensificados, en esa peculiar
actitud devota e íntima que marca su labor.
En “Llanura de Tuluá” de Fernando Charry Lara
encontramos varias de las virtudes que su poesía de-
fiende: pureza significante, ele-gancia rítmica y factura
refinada del verso, puestas al servicio de la denuncia
de la violencia que ha marcado la historia de nuestro
país, signadas por un poder expresivo que, asordinado,
nos ofrece una ver-dad de naturaleza sutil y propia.
piísimos terminar la selección con dos poetas de
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